lunes, 30 de noviembre de 2009

Reflexiones sobre el lanzamiento y PANGEA 2/2. Pronto guía oficial.

Hace ya más de un mes que lancé PANGEA 1/2 para uso y disfrute público, y aún no se muy bien la acogida que ha tenido, más que nada porque desde entonces pocos son los que se han pronunciado al respecto. Realmente no se si ha gustado o no. Es mas, no se si la gente lo juega, lo termina, insiste, se aburre, se divierte, se pierde... no se nada. Solamente un usuario, lucecugames, ha publicado un mensaje con su opinión sobre el juego, una vez jugado. De hecho es la única persona que conozco (quitado de los testers, claro) que lo haya jugado y terminado. Decir desde aquí que agradezco enormemente dicha opinión, al igual que el interés mostrado por personas y webs del mundillo, como Yolanda "OllodePez", ADAN, y Nations of Videogames

Cuando colgué PANGEA 1/2, no pretendía ni de lejos que fuese la revolución de las AG, ni tampoco pensaba que habría una avalancha increíble de mensajes ni palmaditas en la espalda, pero al menos si esperaba algún comentario, tanto positivo como negativo, tras publicar un trabajo con casi cinco años de desarrollo detrás. ¿Las posibles razones? Quizás el juego no es atractivo, quizás no ha sido publicitado lo suficiente, quizás no resulta divertido, o directamente, a la gente no le interesa el tema.

Hace unos meses, una persona cercana calificaba este blog como "mi forma de contar al viento" los pormenores del proyecto, porque veía que yo escribía y escribía, pero nadie comentaba nada, como si escribiese por el simple placer de hacerlo. Así es, soy consciente de ello. Pese a seguir escribiendo, soy consciente del poco interés que ha despertado PANGEA 1/2, por no decir interés nulo. También se que hay un pequeño reducto de incondicionales que habitualmente pasa por aquí, pero ni deja rastro ni se pronuncia sobre nada de lo que escribo. Quizás el problema es que lo que escribo sencillamente no es interesante.

Independientemente de eso, ahora estoy volcado en una ilustración para la guía oficial de PANGEA 1/2, y que servirá de portada para el juego. En la guía habrán capturas de pantalla, el hits & tricks, y algunos textos relacionados, como el que aparece en el libro de Shappleton, o la información contenida en la carpeta.

Sobre la continuidad de PANGEA, sinceramente, tengo sensaciones encontradas: por una parte tengo ganas de hacer la segunda parte, pero por otra parte pienso en el esfuerzo que conlleva y me tira hacia atrás. Son muchas horas de trabajo, muchos meses, incluso muchos años como para lanzarme a ello con los ojos cerrados, y más viendo que realmente no es algo que a la gente le interese.

Por un lado estoy enormemente orgulloso del trabajo conseguido y con ganas de hacer algo más, pero por otro, me siento decepcionado por la poca aceptación que ha tenido, al menos aparentemente. A día de hoy, no puedo asegurar que vaya a continuar con esta historia.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Tips & Tricks Parte 3

Tercera y última parte del Tips and Tricks de PANGEA 1/2. En unos días tendré listo un PDF con toda esta información, y algunas capturas de pantalla.

Blackhole, un antro de perversión.


Así fue. Aunque más por pena que por convencimiento, el gorila me dejó entrar con la falsificación de alta tecnología nasal. El interior del Blackhole era un lugar peculiar. Una morena movía el culo encima de una tarima, mientras varios impresentables miraban y babeaban sin ningún pudor. Yo mismo me habría puesto en ese estado si no hubiese conseguido alejar mis pupilas de esos dos enormes jamones contorneándose. Empecé a preguntar por Shappleton, y un viejo parecía conocerle. Me contó que ya no venía por aquí, que estaba muy deprimido porque le echaron del proyecto PANGEA por culpa de su socio, Martin Stuart. La depresión de Shappleton llegó al punto en que ya no podía “enderezar el rumbo” de su vida sexual. Ni con Viagra. Me pareció interesante el asunto, ya que si conseguía que Shappleton se pusiera cachondo y saliera de su casa para ir al Blackhole, yo tendría vía libre para entrar y recuperar el libro.


Robando ginebra en un puticlub.

Quizás emborrachándolo lo conseguiría. Descubrí que la bebida favorita de Shappleton era la ginebra, y descubrí que la guardaban en el piso superior. Allí subí, y encontré la puerta del almacén cerrada a cal y canto. Entré en una de las habitaciones, y tras hablar distendidamente con un cliente de Susi “revientacamioneros” recogí un condón de la cestita (nunca se sabe cuando hay que usar uno) y salí por la ventana. Me paseé por la cornisa hasta que una enredadera me obstruyó el paso. Tras saltarla, conseguí entrar al almacén por la ventana. Me sorprendí cuando descubrí al camarero durmiendo encima de las botellas de ginebra. ¿No había otras cajas más cómodas en todo el almacén?

Tenía que hacer que se moviera un poco, pero tampoco podía despertarlo porque me pillaría. Así que hinché el condón que había recogido antes, y lo pinché con la chincheta del despacho. El camarero cambió levemente la posición de sus piernas y pude abrir la caja y recoger una de las botellas de ginebra de su interior. Y el tío seguía allí, frito.


Un trato con Charlie.

Me fui del Blackhole. Recordé la pastilla que me intentó colocar Charlie. Era un afrodisíaco, y quizás con él, podría sacar a Shappleton de casa. Pero necesitaba el “material” que a cambio me pedía Charlie. Yo sabía muy bien donde estaba ese “material”: en la cajita de metal que encontré en el sofá del apartamento. Pero el problema es que no tenía la llave. Entonces recordé que la había guardado en la tienda, en una pequeña cajita de piedra, precisamente para que estuviera a salvo. Tras recoger la llave y abrir la cajita de metal, volví a negociar con Charlie. Aceptó encantado el cambio. Me advirtió que NUNCA mezclara la pastilla con alcohol, sino que la tomara solo con agua.


La “Botella-Trampa”.

Eso trastocaba un poco mis planes. Yo pretendía mezclar la pastilla con la ginebra para poner al viejo como una moto, pero no quería matarlo. Así que tenía que cambiar el contenido de la botella. Recordé la fuente que había en la puerta de la biblioteca de la Universidad, y hasta allí me fui. Vacié la ginebra en el macetero de flores amarillas y la rellené de agua de la fuente. Acto seguido metí la pastilla dentro de la botella, y la cerré. Ya tenía la botella trampa para Shappleton.

Ahora solo tenía que dejarla en la puerta de su apartamento. Hasta allí me fui, y tras dejarla en la puerta, toqué el timbre. Oí pasos y murmullos, por lo que me escondí. No tardó Shappleton en abrir la puerta, y tras el cabreo inicial, se puso bastante contento con el regalo que le habían dejado allí. Cerró la puerta. Apenas pasados 5 minutos, salió echo una exhalación, con la frente sudada y un más que aparente calentón encima. Tras salir disparado, yo pude volver a entrar desde la azotea.


Sorpresa en el apartamento de Shappleton.

Una vez dentro, busqué el despacho de Shappleton. Encima de su escritorio no solo estaba el libro que andaba buscando, sino que ¡Había una pieza exactamente igual a la que estaba buscando Stuart! ¡Igual que la que había robado Paula! Tras recoger ambas cosas. La pieza y el libro, escuché un ruido en la entrada. Cuando llegué allí estaba Paula. ¡Era increíble encontrar todo esto en el mismo momento! ¡Demasiado bonito para ser verdad! Paula no parecía muy contenta con la situación, y menos cuando descubrió que Shappleton también tenía en su poder una de las cinco piezas que el proyecto PANGEA buscaba. Estaba muy enfadada porque no se lo había contado, y ella se había jugado el cuello por conseguir una de las piezas de Stuart. Se enfadó muchísimo y se largó, dejándome, como de costumbre, con la puerta en las narices. Ni intenté seguirla, sabía que habría desaparecido.


El paraíso de PANGEA.

Le eché un vistazo al libro de Shappleton. Era realmente interesante. Hablaba de la historia de PANGEA y de la visión que el proyecto tenía de ella. La relacionaba directamente con el jardín del Edén, y con el secreto de la evolución del planeta y del ser humano. Las piezas eran parte de una llave, dividida en cinco trozos, que abría la puerta del paraíso de PANGEA. Allí yacía el secreto de la evolución, el fin último que ansiaba el proyecto PANGEA. Y yo tenía una de esas cinco piezas.

Stuart no me había contado nada de todo esto, aunque no me extrañaba. No le interesaba que yo supiera más de lo estrictamente necesario sobre el asunto. No sabía si debía buscar a Stuart para pedirle explicaciones. Aunque lo que sí sabía que si Stuart descubría que tenía una de las cinco piezas, sería hombre muerto. Decidí seguir buscando a Paula, ya no como una misión, sino como la única manera de continuar con vida. Quizás podríamos formar un equipo, al fin y al cabo, ambos teníamos una pieza.

Cuando llegué a la calle, no había rastro de ella. Aunque había un jugoso billete de 1000 dobols en el suelo. Parecía sospechoso, pero ¡que diablos! ¡Eran mil dobols!

Lo último que recuerdo es mi cara estampándose contra el asfalto, y una silueta oscura delante de mí. Creo que la he cagado bien.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

viernes, 6 de noviembre de 2009

Tips & Tricks Parte 2

A continuación la segunda parte del Tips & Tricks de Pangea 1/2

A oscuras.


Ahí dentro no se veía nada. Nada salvo un intermitente fogón de gas. No podía moverme por aquella cocina en esas condiciones. Entonces decidí sacrificar mi ejemplar de coleccionista de mi revista educativa favorita. La quemé y utilicé de antorcha, y gracias a ella pude ver algo más de aquella apestosa cocina.


Las taquillas.

Encontré un afilado cuchillo dentro de una olla, y algunos tomates frescos. El resto era literalmente basura. Antorcha en mano, me dirigí a una puerta oscura, donde se encontraban las taquillas. ¡Eran todas iguales! Tras recrearme con la cantidad de pegatinas que había pegadas, recordé un comentario de Stuart sobre la afición de Paula a la música de Bob Marley. Serré la cerradura de la taquilla con el cuchillo, que se partió en el mismo instante en que ésta se abría. Dentro no había nada, excepto una tarjeta del motel de la zona Norte. Parecía que Paula tenía allí su centro de operaciones.


El Motel: Negociando con un idiota.

Me dirigí al Motel raudo y veloz. Era un tanto deprimente el aspecto que tenía por fuera, pero por dentro la cosa tampoco mejoraba. Allí trabajaba un enclenque y repelente recepcionista. Estuve conversando un rato con él, y me dijo que alguien había estado preguntando también por Paula hacía un momento.

El muy imbécil no quería decirme cual era el número de su habitación, y tampoco me dejaba pasar. Frustrado, salí a la calle y le dí un empujón a la máquina de refrescos que allí había. Hizo un sonido de esos que gustan oír: monedas. Empecé a darle empujones, y al cabo de un rato empezaron a caer monedas. Las recogí y las conté: cien dobols. No me lo pensé y se las dí al recepcionista. ¿No quería un soborno? ¡Toma soborno!


El apartamento de Paula.

Tras darme el número de la habitación de Paula como habíamos acordado, corrí por el pasillo hasta llegar a la puerta. Unos sonidos extraños procedían de su interior. Cuando reuní el valor suficiente para entrar, quien quisiera que hubiera dentro ya no estaba. La habitación estaba hecha un asco. No sabía si porque quien estaba antes que yo lo había revuelto todo, o porque Paula era un poco dejada. Entre el montón de cosas, leí un post-it en el cual Paula se autorecordaba sacar un libro de la biblioteca de la Universidad de Gilbert: “El paraíso de PANGEA”, del Dr. Henry Shappleton. También encontré su carnet de la biblioteca. Mentiría si no dijese que husmeé en su ropa interior.


Charlie, el camello.

Camino de la Universidad, decidí pasar por el parque. Sabía que allí encontraría a mi antiguo amigo Charlie. El muy cabrón había dejado preñada a mi hermana con 18 años, y pasó de ella y del niño y de todo. ¡Imaginad como se puso mi padre, que encima es militar! Charlie es un impresentable, y además camello. Me contó que estaba traficando con fármacos para animales, y que actuaban como afrodisíaco, rollo viagra. Charlie me ofreció una dosis a cambio de mi “material extra-especial” proveniente de Jamaica. Pero vamos, no tenía ni la más mínima intención de cambiar mi tesoro por una pastilla para caballos.


La Universidad

Llegué a la Universidad. El extenso campus se extendía en una verde pradera, y el edificio principal se erigía majestuosamente en el centro de la estrellada noche. Que bonito, pero era la Universidad de Gilbert, no me traía buenos recuerdos. Me bajé por el camino hasta la biblioteca, al fondo del campus. La señora de la limpieza no era muy agradable, y encima no tenía demasiada información sobre Paula. Me acerqué al mostrador, y tras esperar a que un estudiante (que me resultaba familiar) cortejara a la bibliotecaria y le dejara un carnet encima del mostrador para recoger un libro, pude hablar con ella.

Le mentí y le dije que era hermano de Paula, y que tenía que recoger un libro para ella. Me pidió el carnet, que había recogido del apartamento de Paula, y se lo dí. Me dijo que el libro que buscaba, “El paraíso de PANGEA”, había sido robado y ya no estaba en la biblioteca, pero que Henry Shappleton, el profesor de Paula y autor del libro, podría tener una copia. Se me cayó el mundo a los pies cuando descubrí quien era el maldito Shappleton. ¡El mismo viejo al que robé la espada!

Estaba seguro de que ese libro era importante, pero también lo estaba de que Shappleton no querría colaborar. Aún así me acerqué a su casa. Volví a descolgarme por la fachada, y pude ver desde mi privilegiada posición al viejo sentado en el sofá. Estaba muy enfadado, y refunfuñaba algo sobre el club Blackhole y echarse un trago de ginebra. Decidí subir de nuevo por el cable y pensar la forma de sacar al viejo de casa. Fui al Blackhole, pero no me dejaron entrar. ¡Necesitaba un carnet! ¡Maldición, soy mayor de edad, aunque mi estatura sea de un chaval de primaria! Estaba indignado, pero iba a falsificar un carnet para entrar en ese antro costase lo que costase.


Consiguiendo un carnet.

Le dí el carnet de Paula al gorila, por si colaba. Rápidamente se percató de que lo del carnet era una chica bastante guapa, y lo que tenía enfrente era un enano que dejaba mucho que desear. Tras sus amenazas, me volví a la Universidad, ya que me acordé del carnet de Bernard. Ese sería mi objetivo ahora. Pero cada vez que intentaba cogerlo, la bibliotecaria me lo impedía. Le pedí que me trajera un libro, el que ella quisiera, y logré que se levantara de la silla y fuese dentro de la sala de lectura. Aproveché el momento para intentar robar el carnet, pero me pilló con las manos en la masa. ¡Que vergüenza! Cuando iba a salir, me fijé en la señora de la limpieza. Empecé a hablar con ella, y tras comprobar su mala leche, empecé a tirarle los trastos, para ver hasta donde llegaba. La señora se “puso” bastante con la tontería, y me dijo que si le traía unas flores rojas me iba a hacer flipar en colores. Quise saber hasta donde llegaría esa situación, y busqué unas flores rojas. Las encontré en el parque, detrás del banco donde Charlie seguía con lo suyo. La señora se puso como una moto con las flores, y me invitó a su casa. Bueno, casi me obligó a ir, aunque tuve suerte y conseguí salir airoso de la situación. La señora se puso tan nerviosa que se marchó, dejando su carrito allí en medio. Tras examinarlo, recogí el guante de látex y también la fregona.

Entonces se me ocurrió la genial idea. Volví a insistirle a la bibliotecaria en que me eligiera un libro. Ésta, como las otras veces, se levantó y se fue a la sala de lectura. Rápidamente le cerré la puerta y atravesé la fregona. Esto bloqueó la puerta, dejando a la chica atrapada dentro de la sala de lectura, junto a cientos de sudorosos estudiantes en época de exámenes. Ya tenía vía libre para coger el maldito carnet de Bernard, aunque por sí solo no servía de mucho.


Curso de falsificación de carnets.

Entré en un pequeño despacho, cerca del mostrador, y allí encontré un ordenador con webcam. Había también post-its y recortes clavados con chinchetas. Cogí una. A continuación me hice una foto con la Webcam. La imprimí en un papel que encontré allí encima. Para pegarla, utilicé un moco fresco, de gran calidad y espesor, escondido bajo la mesa. Como era un poco asqueroso cogerlo a pelo, usé el guante de látex de la señora para tal fin. Con el moco, la foto y el carnet obtuve una excelente falsificación, la cual me abriría las puertas del Blackhole.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Tips & Tricks Parte 1

Ya tengo finalizado el HITS & TRICKS de PANGEA 1/2. Se trata de una guía del juego, contada por el protagonista en primera persona, y que relata los pasos que va dando Frank para ir deshaciendo cada uno de los puzzles que encuentra por el camino.

La linealidad del argumento es relativa: hay algunas cosas que si tienen que hacerse antes que otras para obtener el resultado deseado. No obstante, hay otras acciones que se pueden realizar en otro orden, independientemente del resultado de otras acciones.

Voy a publicar este Hits & Tricks en tres partes, y al final de la tercera pondré a disposición de todos un fichero PDF en el cual estarán todos los pasos necesarios para terminar con éxito la primera parte.

Sin más dilación, aquí va la primera parte del Hits & Tricks de PANGEA 1/2:

PANGEA ½

Introducción.

Aquella noche no empezó bien. Estar plantado delante de la puerta de aquel viejo, regateando e intentando que me vendiera esa mugrienta espada, no era la idea que yo tenía de manejarme en las altas esferas cuando decidí montar mi negocio de excentricidades. La cosa no mejoró cuando ese espantajo me plantó la puerta en la cara. Pero bueno, Frank Frantic no se detiene ante el primer impedimento.


El robo de la espada.

Tras bajar a la calle, e intentarlo de nuevo por el telefonillo, decidí tomar una decisión más drástica. Me dirigí al callejón, y tras apartar unas cajas, subí hasta la azotea. Las vistas eran maravillosas: cientos de luces, edificios, letreritos luminosos y una inquietante nube gris/azulada cubría el cielo. Para terminar de rematar la estampa, un grotesco conjunto de ropa interior adornaba un viejo cable para colgar la ropa. No me pude resistir ante semejante trozo de tela, y me hice con ese enorme tanga que parecía una carpa de circo, además del cable. Aunque era grande, no servía como paracaídas. Tras intentar inútilmente abrir la puerta de emergencias, me asomé a la calle. Pude ver las ventanas de la fachada, y pensé que una de ellas sería la de ese cascarrabias. Enganché el cable en la antena de TV, y me deslicé por la fachada hasta lo que me pareció su apartamento.

Estaba oscuro, pero pude ver la espada elegantemente colgada en la pared del salón. Aunque también pude ver que dormitaba un chucho nada tranquilizador entre la espada y yo. Me dirigí a la sucia cocina y abrí la nevera. La flora y fauna que allí había daba para un documental del National Geographic. Reparé en un filete de ternera de la era terciaria que había en una leja. Pensé que igual el chucho podía tener un poco de hambre. El bicho saltó para morderlo, aunque se pasó de saltarín. Por fin tenía vía libre para coger esa vieja espada y largarme limpiamente. Pero no todo salió como esperaba, y al final me vi saltando por el mismo lugar por el que entré. Pensaba que la basura sería más blandita, pero no amortiguó demasiado mi caída, más bien al contrario.


Un negocio turbio.

Finalmente, el trato con Mr. Watts no fue muy ventajoso. Tuve suerte de salir con todos los dedos de ese garaje. Pero por fin estaba en mi tienda, con mis viejos trastos que nadie quería, pero que tantos recuerdos me traían. Poco duró la tranquilidad. Se presentó allí Martin Stuart, con un sucio negocio entre manos: encontrar a Paula, estudiante de arqueología, y presunta ladrona de una valiosa pieza. Stuart estaba al frente del proyecto PANGEA, y quería recuperar la pieza. Pude detectar cierto toque mafioso en sus maneras, y decidí mantenerme al margen del asunto personal que evidentemente había entre Stuart y Paula, y le sugerí a Stuart que recuperaría la pieza, pero que no iba a meterme a matón a estas alturas de la vida. Aceptó a regañadientes, y yo era consciente de lo que eso significaba: contaría con otro para ello, y eso posiblemente podría poner en peligro mi integridad. Pero la cifra no me dejó opción. Me metí en el caso.


La mansión de Stuart.

Stuart me dio una foto de Paula y me citó en su mansión. Hasta allí me dirigí, y tras estar riéndome un rato del mayordomo por el telefonillo, entré hasta el pórtico. Tras hablar un rato con Alfred, esta vez en persona, me dí cuenta que era un borrachín, aunque trataba de disimularlo. Entré en la vieja mansión, y allí estaba Stuart, rodeado de cachivaches tan antiguos como valiosos. Me entregó un dossier con información sobre la pieza robada. Era un trozo de piedra de forma peculiar, semicircular y con agudos ángulos. Stuart me despachó amablemente, para lo que me tenía acostumbrado, y antes de largarme decidí dar una vuelta por detrás de la mansión. Encontré un cobertizo al final de lo que un día pareció un jardín. Por la ventana pude ver mogollón de herramientas, en especial unas relucientes tijeras de podar.

Volví hacia atrás, y encontré una puerta lateral. Tras ella, Alfred desvariaba borracho, apoyado en la barra de la cocina. Me soltó un rollo sobre sus problemas con el alcohol, y al final acabó pidiéndome un trago, ya que se había quedado sin bebida y necesitaba pillar el punto para dormir. Tras intentar husmear un rato sin éxito, reparé en un viejo cuadro con unas naranjas pintadas. Parecía el típico cuadro-armario para guardar las llaves. Pero Alfred no me dejaba ni respirar, y decidí largarme.


Investigando en la pizzería.

Me iba a ir a casa, pero decidí pasar primero por la pizzería de la que me habló Stuart, que me venía de paso. Estaba en el centro, cerca de mi tienda. No me dio muy buena espina ese maître indeciso, ni tampoco los raperos que había al fondo de la plaza. Conocían a Paula, es más, el flacucho estaba enamorado de ella, pero no sabían de ella desde hacía días. Después de intentar desplumarme, me contaron que Paula había encontrado algo chungo en su trabajo con Stuart, y que éste tenía mala fama, aunque de eso ya me había dado cuenta yo antes. Con el maître no tuve mucha más suerte. No se mostraba excesivamente colaborador, y no me dejó entrar para revisar la taquilla de Paula. Aunque eso ya me daba igual, me iba a colar igualmente.


Un callejón apestoso.

Me metí en el asqueroso callejón. Un fuerte olor a basura impregnaba todo, y no era yo, lo juro. Al fondo había una sucia puerta, que escondía un sucio cocinero. Intenté engañarle con finísimos trucos aprendidos en otras aventuras, pero nada. Me contó que su cocina y restaurante eran completamente eléctricos. Cuando se largó plantándome de nuevo la puerta en las narices, me percaté de los cables que salían en la parte superior de la pared. Quizás cortarlos fuese una forma de poder entrar. Pero no tenía nada con qué hacerlo. Recordé las tijeras del cobertizo, pero tampoco podía entrar allí.


Acacia Avenue.

Me fui a mi casa, en la Acacia Avenue. Quizás allí se me ocurriría como desenredar este lío. Llegué y en casa me esperaba lo de costumbre: basura, mi viejo sofá y un montón enorme de revistas educativas. Recogí una de esas, y rebuscando en el sofá, encontré una cajita de metal con un misterioso contenido, pero sin llave. El problema de las llaves empezaba a ser engorroso, pero seguro que terminaría recordando el lugar donde guardaba la llave. Antes de salir, me llevé la botella de Whisky que quedó de una fiesta.


Cómo entrar en la pizzería.

De pronto me acordé del viejo Alfred, que estaría esperando un trago para echarse a dormir. En una carrera me planté ante el mayordomo, y le invité a un trago, que aceptó casi con lágrimas en los ojos. El efecto fue inmediato. Alfred estampó su cabezota sobre la barra y se quedó frito. Abrí el cuadro de naranjitas horteras, y allí se encontraba la llave del cobertizo. Tras usarla con el candado gordo de la puerta del cobertizo, pude entrar y coger las tijeras de podar. Con las tijeras de podar, me fui rápidamente al callejón de la pizzería. En un acto bastante suicida, y que no recomiendo practicar a nadie, corté los cables de la pared, provocando un cortocircuito y un calambrazo de los de aúpa. Aún veo lucecitas cuando cierro los ojos. Tras el jaleo inicial, que pude ver escondido entre cubos de basura, donde el chef y el maître se pusieron como locos, se tranquilizó la cosa y pude entrar en la cocina.

martes, 3 de noviembre de 2009

En marcha el "Tips & Tricks"

Actualmente me encuentro desarrollando un "Tips & Tricks" de PANGEA 1/2. Es una guía de cómo pasarse la primera parte. ¿Recordáis aquellos reportajes de la Micromanía tamaño A3 que te contaba la historia como una novela, en la que el prota del juego te contaba como pasarse el juego? Pues eso es lo que estoy desarrollando.

Pronto la primera parte.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Capturas de pantalla de PANGEA

Aunque hace tiempo ya publiqué algunas screenshots de PANGEA, vuelvo a publicar, con motivo del lanzamiento que se produjo hace casi una semana, porque entiendo que haya gente que no las haya visto, y quizás el verlas les pueda animar a descargar el juego.









Espero que os gusten

PANGEA 1/2 en ADAN (II)

El sitio amigo de esta casa, el blog ADAN (Asociación de desarrolladores de Aventuras Gráficas independientes) ha publicado una noticia en la que se hace eco de la publicación de PANGEA 1/2.

ESTE es el enlace para la noticia.

Desde aquí quisiera dar las gracias a todos aquellos que están mostrando su apoyo al proyecto, tanto blogs del mundillo como amigos, como gente anónima que está descargando el juego. ¡Espero no defraudaros y que disfrutéis jugando a PANGEA 1/2 tanto como yo lo he hecho creándolo!

Muchas gracias a todos.